Dicen que aquel que no arriesga no gana.
“Riesgo” es un concepto muy ambiguo. Lo natural es pensar que se debe a factores externos e inesperados que no podemos controlar. Esto es parcialmente correcto.
Sin embargo, el mayor riesgo en inversiones somos nosotros mismos — al caer víctimas ante el pánico y las emociones en el peor momento.
La buena noticia es que este riesgo sí lo podemos controlar, pero requiere información, asesoría y cierta experiencia — tienes que vivir las caídas, ejercer paciencia y disciplina para no vender, y luego esperar la recuperación.
En las 2 anteriores publicaciones ilustramos los rendimientos de un portafolio de acciones (link), y los de una inversión sin riesgo (link).
En esta tercera y última parte combinaremos ambos conceptos para ilustrar un “portafolio balanceado” que equilibra riesgo-rendimiento.
La primera recomendación antes de invertir es recordar la importancia del tiempo. Los jóvenes que aún tienen un largo camino por recorrer, pueden aprovechar que el tiempo juega a su favor y asumir más riesgo. Por el otro lado, las personas mayores deben ser más cautelosas y asumir poco riesgo.
El tiempo no sólo ayuda a que tu dinero crezca cada vez más rápido (gracias al interés compuesto), también te ayuda a diluir el riesgo de caídas.
El siguiente paso es incorporar nuestra tolerancia al riesgo. Nadie quiere ganar poco, y mucho menos perder dinero — lo cual es un comportamiento humano y natural— pero debemos siempre recordar: a mayor riesgo, mayor rendimiento. Es común asumir que todos somos inversionistas agresivos por default, pero la realidad es que la mayoría de las veces no lo somos.
La manera sencilla de aterrizar este concepto es con una simple “prueba de estrés”: ¿Cuánto riesgo estás dispuesto a tomar? ¿Cuál es la mayor caída que estás dispuesto a tolerar, sin perder el sueño? No hay respuesta buena ni mala, pero debes ser honesto.
Por ejemplo, en los últimos 100 años, las caídas más dramáticas de la bolsa de Estados Unidos han oscilado entre 30% y 90%, mientras que las caídas más comunes (que pasan casi todos los años) son de 10%-15%.
Ahora sí, ya que tenemos conciencia de la importancia del tiempo y los riesgos, podemos empezar a pensar en rendimientos. El rendimiento potencial depende principalmente del tipo de instrumento, el ciclo económico y cambios en expectativas (con sus respectivos riesgos).
Supongamos que eres una persona con tolerancia “intermedia” al riesgo (lo cual es muy común en personas de 30-50 años porque tienen tiempo, pero valoran mucho la estabilidad). Con este perfil, podrías tener un portafolio con una mezcla 50/50 entre bolsa y bonos (50% S&P 500 / 50% CETES).
¿Cuál es mi rendimiento esperado? Podemos remontarnos a la historia para encontrar un aproximado. Históricamente, los CETES han promediado 6% y el S&P 10%. Nótese que hay una diferencia de 4% entre bonos y acciones; esto tiene una razón de ser — los bonos no tienen riesgo y las acciones sí, por lo que las acciones deben pagar un “premio” (en teoría).
Con una mezcla 50/50 obtenemos un rendimiento esperado del 8%. Quizá 8% suena “poco” , pero ya te hemos demostrado el gran poder del tiempo en las inversiones — con 8% anual puedes duplicar tu dinero cada 9 años.
Ahora probemos algunas variantes a esta mezcla de bonos /acciones:
75% bonos (sin riesgo) / 25% acciones = 7% rendimiento esperado.
25% bonos (sin riesgo) / 75% acciones = 9% rendimiento esperado.
En conclusión, debemos de ser muy humildes con nuestras expectativas y sumamente agresivos con nuestro horizonte de inversión. El éxito no está en aquel que vende, sino en aquel que espera.
Y tú, ¿cuál crees que sea el rendimiento esperado ideal para ti?
– Enrique Alcantara